Manuel Hernández Ruíz – El camino

Edición de 100

ANTEDILUVIANX

¿Cuántas veces he realizado esta imagen? ¿Cuántas montañas explosivas he pintado? He intentado repetidamente hacer una perspectiva aérea y lejana, como el cromo de un libro de historia natural para niños de los años setenta.

Estas montañas irreales albergan recuerdos y ambiciones que invariablemente terminan extinguiendo todo lo que las rodea. Una palmera solitaria observa distraídamente su destino inevitable; la conclusión del mundo inminente, la estoica aceptación de su destino.

Los montes que se repiten me remiten a la cordillera que se eleva sobre Bogotá. Crecí con ella como referente geográfico; mi norte estaba determinado por las cumbres como centinelas observando.

Las escenas surgen de la necesidad de imaginar cómo sería mi propio mundo en otro contexto, deshabitado, en un pasado remoto o en un futuro lejano. Pinto el cielo rosado antediluviano como patente de una arcaica existencia. Intento abrir la puerta a la esencia de la materia, como los alquimistas lo hicieron a través del azufre. Un eterno clima tropical que nos sitúa en una hipotética época Paleozoica, en medio de un constante ajuste de cuentas entre los elementos. Un cuadro de Prometeo robando el fuego secreto.

Vi ese cielo en los incendios del verano griego del 21, del 22 y del 23. Experimenté esas panorámicas en los amaneceres del altiplano ebrio de melancolía o en el olor de los cañaduzales quemándose en los recuerdos de mi niñez.